El trabajo psicoterapéutico del pediatra es también original.
No es una psicoterapia en el sentido de “un reacondicionamiento de las organizaciones pulsionales y las relaciones objetales”, la relación es siempre triangular: niño-padres-pediatra, y
aparece investida de una cualidad transferencial cuyo conocimiento contribuye a la posibilidad de manejar sus aspectos
positivos y negativos.
El acceso al cuerpo del niño tiene variadas connotaciones:
la aceptación del cuerpo enfermo y sus anomalías, la atención
al desarrollo evolutivo y afectivo del niño y la habilidad para
explorarlo y manipularlo –la mano amiga y experta–.
Muchas veces, afirma L. Kreisler, el sólo planteamiento del
problema puede tener valor curativo: el médico que plantea el
diagnóstico del “cólico de los tres meses” o el diagnóstico del
“espasmo del sollozo” desactiva un drama y al mismo tiempo
sitúa el trastorno en su dimensión real que es la de una relación conflictiva, abriendo así la vía a una resolución de lo que
muchas veces la familia del niño vive como un auténtico
drama.
La paciencia para escuchar, la capacidad para entender un
gesto o una actitud son o pueden ser suficientes para disminuir la angustia e invertir comportamientos.
Al abordar la patología infantil deberemos tener siempre
presentes tres conceptos clave:
1. La evolución del niño (etapas evolutivas)
0-2 años: En esta edad el psiquismo del niño se expresa
por alteraciones somatofuncionales que afectan fundamentalmente al sueño (insomnio) y a la esfera oroalimentaria (anorexia
y cólicos). La valoración de la relación madre-bebé, las características familiares y la plasticidad del síntoma nos permitirá
una intervención terapéutica y/o preventiva valiosa.
2-6 años: La actividad psíquica en esta etapa se manifiesta
en la lucha del niño por la independencia y el control de esfínteres así como por el negativismo. Es la edad de las rabietas y
del desarrollo de funciones instrumentales.
Período de latencia (6 años - pubertad): El desarrollo evolutivo del niño deriva hacia lo psíquico, surgen los procesos de
identificación con el adulto y la noción del deber hacer (súper
yo). Conflictiva psíquica de expresión somatiforme (cefaleas,
vómitos…).
Pubertad y adolescencia: Lo corporal emerge de nuevo en
relación con los conflictos psíquicos de esta edad, en forma de
cefaleas, alteraciones alimentarias, alteraciones del sueño,
hábitos tóxicos, conductas de riesgo, tentativas de suicidio,
etc.
2. Los factores de riesgo
Son un concepto estadístico útil para la detección precoz
de lo patológico.
Relativos al niño debemos considerar la prematuridad,
parto múltiple, sufrimiento neonatal y perinatal, infecciones
neonatales y los traumatismos obstétricos. En cuanto a la relación parentofilial valoraremos en especial las carencias materiales y afectivas, situaciones de maltrato y las separaciones
repetitivas. Relativos a los padres tendremos en cuenta los
conflictos permanentes, separación, alcoholismo, muerte,
ausencia crónica, enfermedades graves, en especial las mentales, y la pareja incompleta.
3. La vulnerabilidad
Está en relación con la capacidad del niño para protegerse
de los estímulos nocivos. Competencia es la precapacidad de
adaptación activa del niño a su entorno.
* Ponencia presentada en el XVIII Congreso Nacional de la Sociedad
Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA)
que bajo el título “Psicosis Infantil. Una Mirada Actual” se desarrolló en A
Coruña del 20 al 22 de octubre 2005.
** Médico – Pediatra. Psicoterapeuta de niños y adolescentes. C. S. Fontiñas. Servicio Galego de Saúde. (Sergas). Santiago de Compostela Correspondencia mail: antoposa@telefonica.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario