En general, definiremos como psicóticos aquellos niños
que continúan anclados rígida y anacrónicamente en un estadío afectivo e intelectual que Piaget denominaba mágicoanimista o intuitivo-simbólico en el que el pensamiento y el
razonamiento se rigen por mecanismos prelógicos. Son niños
que no distinguen entre su realidad interna (sus fantasmas y
sus fantasías) y el mundo externo, de manera que vivencian
sus miedos como realidades inmediatas, masivas y oceánicas.
Es un trastorno que afecta al desarrollo y la personalidad del
niño.
A modo de esquema expositivo abordaré las psicosis infantiles por el siguiente orden:
1. Brote psicótico agudo;
2. Psicosis disarmónica;
3. Psicosis deficitaria;
4. Esquizofrenia del
adolescente y
5. Autismo.
1. Brote psicótico agudo
Me referiré aquí al niño psicótico “florido” “exuberante”. Se
trata de niños con una gran inquietud psicomotriz; son verborreicos, desbordantes, con una comunicación inconexa sin hilo
de continuidad y sin sentido aparente. Es la voz del inconsciente que habla crudamente en ellos expresando directamente acciones y fantasías. Nos dan la impresión de que la
expresión verbal fragmentada y zigzagueante que presentan es
el resultado de una lucha entre la emergencia de dichas fantasías “salvajes” y las psicodefensas demasiado frágiles que
intentan intervenir para controlar unos contenidos que finalmente les desbordan.
Se podría ejemplificar como ese niño que pretende abarcar
con sus manos un gran montón de canicas y que continuamente se le caen y constantemente él recoge, siendo el cuento
de nunca acabar.
2. Niños psicóticos disarmónicos
Las psicosis disarmónicas generalmente se manifiestan a
partir de los 4-5 años de edad. Estos niños suelen mostrarse
como petrificados adoptando muchas veces posturas corporales ridículas y poco armoniosas como igualmente faltos de
armonía están su propio desarrollo psicobiológico e intelectual
en el que se producen desfases, fallas y lagunas, coexistiendo
con resultados brillantes en otras áreas. Es frecuente que presenten importantes déficits instrumentales pudiendo afectar
éstos al grafismo, esquema corporal, espacio-temporalidad,
lateralidad y lenguaje. Estas situaciones clínicas hacen pensar
en ocasiones a los adultos y padres si estos niños les estarán
“tomando el pelo”, lo que no hace sino revelar la incapacidad
de aquellos para comprender y valorar la gravedad de la situación. Bastantes padres de estos chicos pertenecen al tipo de
lo que podríamos denominar padres y madres “flotantes” por
la sensación que producen de inconsistencia, vaguedad, lejanía, inasequibilidad, y expresión paradójica en la manifestación
o expresión de sus sentimientos.
3. Niños psicóticos deficitarios
Maud Mannoni llegó a negar la existencia de la deficiencia
mental; para ella, todos los oligofrénicos eran, primitivamente,
psicóticos. Sin llegar a tales extremos, afirmamos que hay
niños en los que el desarrollo intelectual y afectivo se vieron
gravemente perturbados desde un comienzo a causa de una
sinergia o interferencia mutua de ambos procesos motivada
por factores patógenos y traumáticos dando como resultado
final la existencia de un niño al que se diagnostica con frecuencia de deficiente mental y que termina introducido en el circuito
de la escolarización o institucionalización especial.
Esta forma de psicosis no ha sido aislada en la clasificación francesa. Algunos autores describen factores emocionales
que originarían la inestructuración de las bases necesarias
para el desarrollo del conocimiento intelectual y para el aprendizaje. En otros casos, lo que aparece masivamente de entrada
es una grave carencia instrumental.
Afecciones orgánicas como el síndrome X frágil, encefalopatías víricas, anomalías cromosómicas, enfermedades metabólicas y algunas facomatosis deben ser buscadas sistemáticamente ante todo niño que evoque la hipótesis diagnóstica de
psicosis deficitaria.
Cercanas a las psicosis se encuentran las Disarmonías
Evolutivas. Este diagnóstico deberemos reservarlo para aquellos niños que partiendo de “baches”, “lagunas” o “desfases” en
su desarrollo, llegan a alcanzar con el tiempo un funcionamiento
básicamente adaptado aunque los movimientos re-evolutivos
hayan tenido lugar de una manera atípica y disarmónica.
4. Esquizofrenia del adolescente
Cuanto más frágil e inmaduro sea el yo del sujeto, cuanta
mayor dependencia regresiva muestre en relación a las figuras
parentales y cuanto más próximas se hallen estas condiciones de la edad de la adolescencia, mayores riesgos hay de un
deslizamiento hacia una organización esquizofrénica de la personalidad en la que predominan de tal forma los procesos
disociativos y el alejamiento de la realidad que le incapacitarán
en el plano escolar, familiar y relacional, aparecerá actividad
sintomática positiva (delirios, alucinaciones…), y negativa
como el empobrecimiento de las capacidades y rendimientos
del sujeto que queda recluido dentro de la familia o, en el mejor
de los casos, en una situación muy por debajo de lo que cabría
esperar antes del brote esquizofrénico.
No olvidaremos la esquizofrenia de origen muy precoz que
es aquella que tiene su origen antes de los 13 años de edad.
Es un subtipo de esquizofrenia que tiene una historia vital de
anormalidades del desarrollo muy diversas y antecedentes
familiares de esquizofrenia, lo que daría lugar al fenómeno de
anticipación genética que consiste en que un determinado
trastorno va apareciendo en las sucesivas generaciones a una
edad más temprana y de un modo más severo.
5. Autismo
Autismo deriva de autos que significa sí mismo; este término fue descrito por primera vez en el año 1911 por Bleuler
para describir pacientes adultos con esquizofrenia, pero es en
1943 cuando L. Kanner describe esta afección específica de la
primera infancia.
En los inicios del siglo XIX la patología mental del niño
estaba considerada como el resultado de una deficiencia intelectual. En el año 1888 Moreau de Tours en su obra La folie
chez l’enfant respondía negativamente a la existencia de una
psicosis o locura en el niño pequeño. Más tarde J. Lutz describiría formas de psicosis en el niño que supone análogas a las
del adulto siguiendo las descripciones de Kraepelin y Bleuler,
pero no considera la posibilidad de una eclosión precoz de los
trastornos psicóticos en el niño.
Leo Kanner en su primer trabajo publicado describía once
niños de edades comprendidas entre los 2 años y ocho meses
y los 8 años en los que el trastorno fundamental consistía en
la imposibilidad de establecer relaciones normales con las personas y para reaccionar normalmente a las situaciones desde
el principio de su vida.
En la clasificación del DSM IV el autismo se incluye dentro
de los trastornos generalizados del desarrollo, en el CIE 10 de
la OMS se mantiene el mismo criterio nosográfico.
En la clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescente, el autismo se incluye dentro de las psicosis infantiles
precoces. R. Misés renovó el cuadro nosográfico del autismo.
La mayor parte de los autores franceses consideran con él que
el autismo tal y como lo había descrito Leo Kanner solamente
constituye una forma bien aislada y característica pero una
forma entre otras de trastornos muy precoces de la personalidad, con desorganización del yo, del aparato psíquico y de su
relación con el mundo externo.
Síntomas y signos en los primeros 6 meses de vida
(S. Fraiberg, D. Houzel, M. Soulé):
• Ausencia de intercambio con la madre, indiferencia a la
voz y al rostro de la madre, ausencia de intercambio de
la mirada con la madre, desviación de la mirada.
• Excesiva quietud o agitación desordenada.
• Falta de ajuste postural, ausencia de actitud anticipatoria. Hipertonía o hipotonía sin lesión neurológica que la
explique.
• Retroceso de los procesos perceptivos: indiferencia
hacia el mundo sonoro.
• Trastornos graves del sueño: insomnios “tranquilos”,
“blancos”.
• Trastornos oroalimentarios con falta de succión.
Síntomas y signos entre los 6 y los 12 meses de vida:
• Fijación de la mirada en luces y objetos giratorios. Juegos manuales ante los ojos.
• Interés por objetos insólitos frecuentemente duros, contrastando con el desinterés general por el mundo que le
rodea.
• Ausencia de angustia ante el extraño. El segundo organizador de Spitz, testimonio de la capacidad del bebé para
representarse mentalmente a su madre, no existe en el
bebé autista.
Síntomas y signos entre los 12 y los 24 meses de vida:
• Se confirman todos los anteriores.
• Ausencia de señalamiento protodeclarativo.
• Los juegos de “hacer como si” están generalmente
ausentes.
• Las primeras palabras se utilizan muy tardíamente, lo
mismo que las primeras frases y la utilización del yo.
• Miedos y fobias a ruidos mecánicos.
• Manifestaciones de autoagresividad.
Todos estos síntomas y signos toman significación en la
relación interactiva del niño con su entorno. Ninguno es por sí
solo suficiente y el diagnóstico sólo puede surgir del reagrupamiento de varios de ellos así como de la comprobación de su
persistencia en la evolución del niño. No debemos olvidar que
las carencias afectivas y las depresiones precoces pueden presentar una clínica similar pero los trastornos desaparecen si se
establecen las condiciones afectivas satisfactorias.
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