Ahora que estaba “técnicamente”
muerto entendí lo que realmente es.
Y lo descubrí de a poco
aunque el concepto de “tiempo” sólo es
un rezago de la época en que estuve vivo, ahora ya no corre.
En el fondo es sencillo:
me dieron a elegir entre las sensaciones que más me interesaban de mi vida –los
recuerdos siguen existiendo durante ese corto limbo en el que hay que
seleccionar-, con la condición de que a partir de “ahora” quedarían in eternum
en mi ser y desaparecería todo lo demás. El reservorio de sentimientos elegido
permanecerá infinito, como un collage traslúcido.
Eso es todo.
Parece simple, pero hay
gente que no puede o no tiene esa capacidad de elegir y se queda con sinsabores
eternamente.
El hombre sospecha
–aunque no sabe que sabe- de esta otra
realidad, pero la certeza viene sólo después de la muerte. Y ya no hay forma de avisarle a los que aún
no han llegado que luchen en vida por acumular experiencias de placer
suficientes.
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