Hace poco me pasó algo increible. Daniel encontró, ordenando estantes, dentro de alguno de mis libros, un poema dedicado a un hijo (aún no nacido), tipeado en hoja de computadora.
Me lo mostró y entonces traté de hacer memoria. El poema estaba fechado en el '96, ¿de qué autor era? No aparecía escrito ni podía recordarlo. Pero el poema me resultaba muy familiar, como si lo hubiese recitado muchas veces.
Pasé varios días buscando entre libros de poesías, aunque no son muchos los que tengo, pero me fue imposible reencontrarlo.
Era un poema hermoso dedicado a un hijo que aún no existía más que en el deseo. Y decía todo lo que la madre le procuraría, aunque también hablaba del dolor y de lo terrible de la vida que ese hijo también debería conocer, pero no para vivir atemorizado sino como para saber enfrentarse.
Pensé primero que el poema era de
Bashevis Singer, pero casi no hay poemas en sus libros, de los que tengo varios. Me parecía que el autor era judío, pero no estaba segura. Busqué en libros de Pedroni, de
Auden. Nada.
Hasta que empecé a sospechar que ese poema podia haberlo escrito yo, aunque me resultaba demasiado bueno como para ser la autora.
Entonces me interné en cajas viejas, repletas de cartas y recuerdos, en la habitación del fondo. Cajas que probablemente nunca volví a revisar, una vez ubicadas en un placard de ese cuartito, cuando nos vinimos a vivir a nuestro departamento, hace más de diez años.
Y fui buscando en cajas donde había guardado cuadernos, diarios personales y tarjetas, tratando de aproximarme según el año hasta que, finalmente, ¡di con el poema y sus borradores!
¡Efectivamente lo había escrito yo!
Muy conmocionada se lo leí a Luciana, nuestra hija, que aún no había nacido en el '96, satisfecha por haber recuperado esa pequeña obra.
Finalmente, separé el poema y sus borradores como para pulirlo y publicarlo y... nuevamente, ha desaparecido. ¿Pero dónde puede estar?
Así que decidí contar la historia del poema mientras espero que reaparezca por algún estante.